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Real y medio para el emprendimiento latinoamericano

Real y medio para el emprendimiento latinoamericano

Por - @Valeriegomes

Son innegable los esfuerzos que han hecho algunos gobiernos, empresarios y diferentes organizaciones por promover el emprendimiento ya sea como parte de una política pública, dentro de las universidades e incluso dentro de algunos colegios en Latinoamérica.

Los países que están llevando la batuta con esto son México, Brasil y más recientemente Chile y Colombia. El panorama puede mejorar para los emprendedores argentinos después de las elecciones, mientras que Perú y Ecuador aún tienen iniciativas muy prematuras.

Lo que más abunda es apoyo para emprendimientos en una etapa temprana, sobre todo emprendimientos tecnológicos, dinámicos y startups. Pero, después de eso ¿cómo los llevamos a la siguiente etapa?

Respuesta: es muy complicado, por no decir casi imposible, hacer que estos emprendimientos sean verdaderamente escalables siendo el principal problema la falta de inversión. No existe un ecosistema de capital de riesgo, inversionistas ángeles, fondos de inversión, aceleradoras e inversión seria por parte del Estado que permitan a estos emprendimientos ir un paso más adelante.

Eso me hizo recordar a la canción infantil “Con real y medio”, que es la historia de una persona que con muy poco dinero hizo mucho. Esa canción es el día a día de los emprendimientos Latinoamericanos.

Iniciativas como Wayra (Telefonica) o Start-Up (Perú, Chile, México) otorgan a los emprendimientos entre 20 mil y 50 mil dólares que deben ser gastados escalonadamente en lapsos entre 1 año hasta 1 año y medio.

Esto para un emprendimiento en fase inicial es un apoyo, permite tener algunos meses de vida tal vez para validar la idea y luego estar en total incertidumbre porque no consigues más inversión, te endeudas y muy probablemente debas cerrar la empresa o aplicar a premios y más premios para conseguir financiamiento. Esto así no funciona, el impacto es mínimo y lo que hace es frustrar al resto de los emprendedores.

Entendí esto luego de entender (medianamente) como se maneja un ecosistema maduro como lo es el de los Estados Unidos o como es el de Alemania. De hecho tuve una discusión con alguien que me decía “Si crees que ese emprendimiento es innovador y va a cambiar al mundo, dale medio millón de dólares o un millón de dólares. Si le das 50 mil dólares es caridad, no te lleva a ningún lado”.

Sin duda es mejor apoyar menos iniciativas, pero que sean de mayor calidad y darles mas dinero para que tengan un impacto mayor y puedan convertirse en el próximo Facebook, Uber o Airbnb. Es muy común conseguir programas de apoyo al emprendimiento que premian a 40 proyectos, les dan 20 mi dólares a cada uno solo por querer mostrar un número impactante y que el titular sea “X apoyó a 40 emprendimientos”. Listo, foto bonita y siguiente.

Nuevamente, eso así no funciona.

Justo mientras terminaba de escribir este artículo me conseguí con un post de un emprendedor peruano llamado Ragi Burhum quien escribe sobre los problemas de las Startups peruanas y resalta lo siguiente: “la constante obsesión de participación en concursos de emprendimiento con el propósito de ganar el dinero de la competencia para que la compañía pueda continuar (en vez de concentrarse en crear un modelo de negocios sostenible). ¿Quién puede culpar a los professional pitchers, ¡si esta es la única manera de obtener “inversión” para la siguiente etapa!”

Al final el mayor afectado es el emprendedor latinoamericano que a ojos de inversionistas internacionales son un cascaron vacío, “ganadores de premios” y nada mas. Incluso en Perú algunos de los que ya habían ganado estos premios hicieron negocio asesorando a otros emprendedores para que ganaran estos concursos. Eso si, si ganaban, tenían que pagar una comisión e incluso dar equity.

Es tan inescrupuloso jugar con el desespero de una persona que sabe que la única forma de consolidar su idea y su negocio es ganando estos premios y que se aprovechan de eso. Estas acciones no deben ser fomentadas ya que son tóxicas para cualquier ecosistema emprendedor en plena formación.

Y aunque estamos mal, vamos bien.

Si bien apoyo que es un buen comienzo, los gobiernos y las empresas tienen que dejar de ver el emprendimiento como una estrategia de relaciones públicas y más bien como una estrategia de crecimiento económico de alto potencial. Para eso el presupuesto debe aumentar tanto desde el punto de vista de inversión al emprendimiento como desde el punto de vista de crear incentivos legales, fiscales y migratorios que permitan atraer capital extranjero (y no tan extranjero, como el de la diáspora) y pasar a ser de un teatro bonito para la foto a un motor económico innovador, dinámico e independiente de la explotación de recursos naturales que garantice mayor progreso y prosperidad para nuestro continente.

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